martes, 13 de agosto de 2013

LA INTEGRIDAD, FACTOR DE EXITO


Al repasar  las páginas antiguas del más venerable de los libros, las Sagradas Escrituras, encontramos un relato que impresiona profundamente.  Tú conoces esa historia. Se trata de la vida de Job.  No hay otro personaje en quien la integridad se manifieste de una manera más acendrada que en él.  Job gozaba de todas las ventajas que la vida puede ofrecer: una buena familia, riquezas, salud, reputación, amigos.

Todo el mundo lo reconocía como un hombre íntegro, pero ¿era la suya una integridad fácil, puesto que todo lo tenía y nada le faltaba?  Un día triste su buena fortuna pareció a comenzar a eclipsarse.  Un alevoso atentado lo privó de sus hijos.  Perdió luego sus riquezas, sus ovejas, sus camellos y, como si todo esto fuera poco, él, que siempre había gozado de excelente salud, se vió  reducido a una condición física lamentable: todo su cuerpo se convirtió en una sola llaga. Y cuando más doloroso era su sufrimiento, su propia esposa, con una crueldad que quizás ella misma no alcanzó  a medir, le dijo:  "¿Aún retienes tú tu simplicidad? Bendice a Dios, y muérete." (Job 2:9.)

Poco después llegaron a visitarle tres de sus mejores amigos.  Tenían interés en el bienestar de Job, pero ¡cuán poco lo conocían!  Arguyeron largamente con él tratando de probarle que todo el mal que sufría era el resultado de su falta de integridad y de sus pecados.  Pero Job lo soportó con paciencia.  Resistió con mansedumbre y valor calamidades que hubiesen minado la entereza de muchos otros hombres.  Escucha, hijo mio, sus propias palabras: " Hasta morir no quitaré de mí mi integridad." (Job 27:5)

Recuerda estas palabras toda tu vida. Inspírate  en este incuestionable ejemplo y que nada te desvíe  de las altas normas que sabes que debes cumplir.  Quien pierde su integridad y su honradez lo ha perdido todo.  Se dice que cierto día salieron a pasear juntas la Ciencia, la Fortuna, la Resignación  y la integridad.  Mientras marchaban dijo la Ciencia:

-- Amigas mías, pudiera darse el caso de que nos separáramos las unas de las otras y sería bueno determinar un lugar donde pudiéramos encontrarnos de nuevo.  A mi, podréis encontrarme en la biblioteca de aquel sabio Dr. X a quien, como sabéis, siempre acompaño.

-- En cuanto a mí- expresó la Fortuna-  me hallaréis en casa de ese millonario cuyo palacio está en el centro de la ciudad.

La Resignación por su parte dijo:
-- A mi podréis encontrarme en la pobre y triste choza de aquel buen viejecillo a quien con tanta frecuencia veo y que tanto ha sufrido en la vida.

Como la Integridad permaneciese callada, sus compañeras le preguntaron:
--y a ti ¿dónde te encontraremos?
La Integridad, bajando tristemente la cabeza, respondió:

-- A mí, quien una vez me pierde jamás vuelve a encontrarme.

Braulio Perez Marcio, Vislumbres de esperanza, cartas a mi hijo